
Beatriz Flamini sale de su cueva de Granada tras batir el récord de aislamiento
Beatriz Flamini ha puesto fin a su aislamiento en una cueva de Granada este viernes pasadas las 9 horas. Después de 500 días encerrada y aislada, solo pudiéndose comunicar con los espeleólogos por motivos de salud, esta deportista de élite ha batido el récord de aislamiento que estaba detenido en 464 días. Con gafas de sol, llorando de la emoción y saludando. Así salió Beatriz tras 500 días en la cueva con el cariño y los aplausos de compañeros y amigos. «¿Quién pagó las cervezas del viernes?», dijo entre risas nada más ver a sus compañeros y amigos al salir de la cueva.
Todavía emocionada y con voz temblorosa, Beatriz sí ha confesado que «ha sido una experiencia excelente, insuperable», al ser preguntada por lo vivido en estos 500 días. «Me quiero pegar una ducha que llevo un año y medio sin tocar el agua», dijo entre risas antes de agradecer el trabajo «de todos esta gentaza que está aquí» y que ha colaborado con Beatriz en la experiencia.
«Llevo año y medio sin hablar con nadie, sólo hablando conmigo misma y me gustaría ser amable y contaros cosas, pero hay una rueda de prensa en unas horas y ahí os contaré», decía una exhausta Beatriz que tenía qeu ser sostenida por un par de compañeros del equipo.
Durante la experiencia, Flamini ha necesitado una tonelada y media de material y alimentos y ha consumido 1000 litros de agua. Aunque lo más duro ha sido su lucha contra la cabeza. El objetivo de este acompañamiento científico a Beatriz ha sido conectar toda esa experiencia psicológica con su interior y desarrollar, a través de sus narrativas, aquellos aspectos vinculados a su experiencia con el sufrimiento y que han sido «reales» para ella en su aventura. Cuenta que siempre «eran las cuatro de la mañana».
Beatriz entró con 48 años y sale con 50. «La clave de la vida está en ser quien realmente eres y permitirte ser quien eres. Pensar en si hoy me siento bien conmigo. Y mañana, bueno, mañana ya se verá», dijo hace unos días en un vídeo grabado desde el interior de la cueva.
La salida de la cueva ha sido lenta y progresiva. Con una sonrisa de oreja a oreja y con unas gafas de sol, la deportista ha abandonado la que ha sido su casa durante 500 días acompañada de dos espeleólogos. Fuera de la cueva esperaban decenas de periodistas y científicos que la han recibido entre aplausos y con alguna que otra lágrima, fruto de la emoción.
El 20 de noviembre de 2021, hace 16 meses, Beatriz aparcó su querida Cirila, la furgoneta que la acompaña en todas sus aventuras, en un lugar secreto de Granada. Tras acariciar el capó, como si fuera Silver o Rocinante, la mujer se adentró en una cueva a 70 metros bajo tierra de la que no saldría hasta que pasaran 500 días. Qui-ni-en-tos días aislada, encerrada, confinada, apartada, separada, incomunicada. Sola.
No. Esto no es un sueño ni una pesadilla ni una canción de Joaquín Sabina. Es el reto que Beatriz Flamini, deportista de élite (karateka, alpinista, escaladora y espeleóloga) se propuso hace más de dos años. Flamini le lanzó el guante a la productora Dokumalia, realizadora de series documentales como ‘Rescate’, en La2. «Nos planteó su reto -recuerdan-: permanecer en una cueva sola, en aislamiento, sin referencias de tiempo y sin contacto con el exterior. Se trataba de un desafío personal de superación como otros muchos que había realizado anteriormente. Pero, en este caso, se prestaba a todos los estudios que otros quisiesen hacer con ella. Muchos científicos se apuntaron».
Beatriz, en la cueva.

Hace 500 días, la productora entrevistó a Beatriz en esta cueva de Granada, justo antes de entrar. Se quedó allí sola, sin pantallas con referencias de horas ni días, y con dos cámaras GoPro para que fuera narrando sus vivencias. Flamini ha ido dejando, cada cierto tiempo, las tarjetas de memoria de las cámaras en zonas de intercambio a la que solo podían acceder un grupo determinado de espeleólogos. «Un proceso que nos ha hecho acercarnos a ella, conocerla a fondo, admirarla y quererla. Y nos ha empujado a apoyarla a muerte hasta el final. Ahora solo nos queda verla salir y compartir su adaptación en el exterior», explican desde la productora.
Todo ese material se convertirá en una serie de televisión, el proyecto ‘TimeCave’, en la que podremos ver su día a día, cómo cambia su cuerpo y su mente, la sensación de haber entrado en un bucle eterno en el que siempre son las cuatro de la mañana… «Momentos de terror y euforia, falta de memoria y concentración, alucinaciones, cambios de humor, incidentes imprevistos que han podido mandar todo al garete, filosofadas sobre el sentido de la vida, la muerte, Dios, lúcidas reflexiones que te hacen plantearte tu propia vida, las reglas sociales aceptadas por todos y cualquier forma de vida aprehendida… Y te solidarizas con la cordura de alguien que se atreve a hacer lo que le hace feliz y lo que nosotros nunca nos atreveríamos a hacer».
La ciencia
Para desarrollar el reto de Beatriz se ha formado un grupo de trabajo con científicos, espeleólogos y entrenadores físicos, que han seguido de cerca toda su evolución. Julio Santiago de Torres, del Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada (UGR), explica que el objetivo central de su investigación en ‘TimeCave’ ha sido «estudiar cómo afecta el aislamiento social y la desorientación temporal extrema a la percepción del tiempo».
«Es bien conocido, por experiencias similares de menor duración, que la desconexión de claves temporales (ciclos de luz y oscuridad, relojes, calendarios…) produce cambios muy importantes en los ritmos circadianos de la persona, habiéndose documentado aumentos importantes de la duración objetiva de los días en los que la persona experimenta un día como si fueran cuatro». Sin embargo, está muy poco documentado cómo afecta la desorientación temporal a la percepción y procesamiento de duraciones temporales más breves, que van desde el rango de segundos al de minutos. Para ello, se desarrollaron una serie de tests computerizados a realizar repetidamente durante la estancia en la cueva y posteriormente.
También desde la UGR, Juan González Hernández, del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, profundizarán en cómo Beatriz lidia con el sufrimiento. «Es el reto más difícil. Habrá experimentado miles de experiencias de sufrimiento en su convivencia consigo misma, con la cueva, incluso con quien ella haya elegido mentalmente compartirlas», dicen.
María Dolores Roldán Tapia y Adrián Rueda, del Departamento de Psicología de la Universidad de Almería (UAL), analizaron los posibles cambios neuropsicológicos y cognitivos que conllevan este tremendo desafío: la soledad, la ausencia de luz, el aislamiento cognitivo y social… Previo a la entrada a la cueva de Beatriz, se le realizó una valoración exhaustiva de la corteza cerebral y sus funciones cognitivas asociadas a través de pruebas neuropsicológicas clínicas y experimentales y de software desarrollado por el equipo de la UAL para la valoración de altas capacidades de razonamiento y memoria semántica.
María José Martínez y Beatriz Rodríguez, de Kronohealth, empresa madrileña de cronobiología, han estudiado los ritmos circadianos y el sueño de Beatriz bajo las condiciones excepcionales en las que se encontraba.
Espeólogos
Esta aventura tan sorprendente no hubiera sido posible sin el grupo de Espeleólogos de Motril, que se ocupó de preparar la cueva para que pudiera ser habitada durante los 500 días. «Elaboramos un plan de emergencias que incluía entre otras cosas el cerramiento de la cavidad para evitar caída de animales y prevenir la entrada de intrusos, trazamos un amplio sendero con dimensiones suficientes para transportar una camilla que llega hasta una explanada que limpiamos para hacer posible el aterrizaje de un helicóptero de evacuación en caso de emergencia».
Durante el aislamiento, la principal función de los espeleólogos ha sido velar por la seguridad de Beatriz controlando su estado de salud a través de las cámaras de vigilancia, las tarjetas de vídeo y las notas que extrajeron de la sima que enviaban a la psicóloga e investigadores. Otra de las funciones ha sido suministrar los alimentos y el agua, retirar la basura a través de intercambios que se realizan en un punto intermedio de la cavidad donde no es posible cruzarse ni mantener comunicación.
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